Cada vez se
constata con mayor claridad que el siglo XXI comienza con el signo de la
crisis como la más evidente de sus características; crisis,
incertidumbre o desconcierto en las formas de vida y de pensamiento
colectivo e individual. En búsqueda de soluciones más o menos
definitivas a los problemas que nos envuelven quizá sea conveniente
hacer una sucinta recapitulación de los rasgos peculiares del hombre con
mayor influencia en el mundo contemporáneo, el hombre de los países
occidentales, el hombre que en términos generales podemos calificar
como burgués.
De origen bajo medieval,
se desarrolla en la Edad Moderna al calor de las revitalizadas ciudades,
la artesanía y el comercio, alcanzando su plenitud en la Contemporánea
tras desplazar a la nobleza -Revolución Francesa (1789),
Revolución en España (1820-1823), Revoluciones Europeas (1844
y 1868)- y controlar los resortes económicos, políticos, sociales y
culturales de las principales potencias europeas, los EE.UU. de
Norteamérica, Japón y algún que otro país.
He aquí los RASGOS
MÁS SOBRESALIENTES en su forma de entender la
vida y las relaciones interpersonales:
-
Concepto racionalista
y materialista de la existencia.
-
Cree que todos
los hombres nacen libres e iguales.
-
Acusado individualismo. Amor
a la libertad individual, personal, de
la que es celoso guardián. Por extensión defiende la colectiva de la
que reniega fácilmente con solo intuir que los derechos del grupo
puedan erosionar los recursos económicos y condición social propios.
-
Egocentrismo o Autocomplacencia,
sobrevaloración personal. Reiterado, exhaustivo,
cansino empleo del YO: yo pienso, yo digo, yo
hago, yo tengo, yo valgo .........
-
En oposición a
la nobleza, amor al trabajo como base del progreso
individual y colectivo. Pero solo hasta el último siglo en que,
desvirtuando su ideología a medida que el grupo se hace mayoritario,
tiende al parasitismo: si me sonríe el azar no vuelvo a dar golpe.
-
Olvido
de sus orígenes: clases humildes algunos de cuyos
elementos, abandonando el campo, se dedicarán en las renacientes
ciudades (burgos) a la artesanía o, su derivada,
la industria, y al comercio -de mercancías y del
dinero (banca, bolsa)- y por tanto a la acumulación de capital,
y a los servicios.
-
Conformación de la llamada clase media, -alta,
media, baja-, de origen servil o proletario, como queda dicho,
mentalmente aburguesada a partir del XVII y mayoritaria desde
mediados del siglo XX en los países desarrollados.
-
Gusto por
el brillo social -hoy
diríamos apariencia o imagen- como expresión del éxito alcanzado por
mérito propio, sin reconocer los medios que le proporciona el
resto de la ciudadanía.
-
Como resultado
del afán desmedido por destacar, anhela aparecer en público como
un triunfador pluscuamperfecto, como
el NUMERO UNO de
los mortales, haciendo gala de lo que a veces sabe, consigue y
atesora: bienes raíces, dinero, alhajas, costosa vestimenta,
titulaciones, homenajes, menciones honoríficas, en suma notoriedad.
Todo ello, mediante el empleo sistemático de ademanes exagerados,
locuacidad, y gravedad gestual. Cualquier recurso es bueno con tal
de hacerse notar, llamar la atención, quedar bien,
sobresalir. En el siglo XVII, momento en que ya proliferaba,
Molière se burla de la presunción, fatuidad y ridiculez del
personaje: El tartufo o El impostor (1664), El misántropo (1666),
El avaro (1668), El burgués gentilhombre (1670). Es lo que
actualmente se dice gente encantadora.
-
Desprecio hacia la persona que no ha sabido triunfar como
consecuencia, según él, del mal ejercicio que hace de la libertad.
-
Supuesto
progresismo, del que alardea, este
reciente conservador -retroprogresista, conocido
por retroprogre- hasta
que en detrimento de su personal nivel de vida, los más desheredados
de la Tierra proponen un Nuevo
Orden Económico Internacional,
que suponga un mayor y mejor reparto de la riqueza entre las
personas y los pueblos.
-
En
materia impositiva, de la que tiende a zafarse con ahínco,
busca y encuentra refugio en la consabida excusa de que paguen
los que más tienen –siempre habrá quienes posean más recursos
que él mismo-, sin reparar que es un privilegiado social sin otro
mérito que haber nacido en lugar, tiempo y circunstancias
determinadas.
-
Como
sustitutivo, y para acallar su maltrecha conciencia, propone ayudas al
desarrollo a través de diversos organismos como la ONU (FAO), la
CRUZ ROJA u ONGs, etc .... controlados por los poderosos; la
creación de obras sociales de todo tipo, la caridad, el auxilio
social; y la celebración de innumerables actos públicos; o, en
último término, la concesión estatal de ayudas y subvenciones en
beneficio de los que Él llama los más débiles, los
pobres, los menesterosos. Pero siempre sin apenas renunciar a
algo, aunque no lo necesite. Todo menos un, real
y efectivo, reparto de la riqueza a nivel planetario.
-
Oportunismo
político. Su militancia política con frecuencia no está
presidida por la inclinación -que tanto predica- de ponerse al
servicio del bienestar de sus conciudadanos, sino por el anhelante
deseo, cuando el grupo al que pertenece llega al poder, de sacar
algún beneficio personal mediante el uso de influencias o conocimientos (vulgo, enchufes)
entre sus correligionarios, aplicando a rajatabla el adagio de que Antes
es Dios (él mismo) que todos los Santos.
-
Respecto al Problema
Existencial, y como medio de sobrevivencia, su
conservadurismo le incita a la búsqueda de la llamada piedra
filosofal (cientifismo) -algo tan antiguo como la Historia, e
inalcanzable- en la creencia ilusoria de que la salud
como fuente de vida y la acumulación de bienes
materiales de todo tipo, la Ciencia y el Poder resultante
resolverán en definitiva el problema.
-
Depredación económica, indiscriminada, de la Naturaleza y
,por tanto destrucción
de sí mismo como Ser Natural.
-
Vive en perpetua
incoherencia y contradición por lo antedicho.
-
Indiferencia religiosa -a
pesar de que se reclame seguidor de tal o cual secta más o menos
extendida-. En la mayoría de los casos su religiosidad se reduce a lo
puramente externo, al cumplimiento no siempre estricto de
funciones y ritos que impone toda creencia. De hecho su materialismo
solo reconoce a la Naturaleza, lo
sensitivo, lo corporal, como único dios: Deísmo naturalista
del XVIII y sus consecuentes ecologismo, naturismo, culturismo
(meros subterfugios).
En resumen, el
buen burgués es el gran egoísta, con mala conciencia,
aunque la mayor parte de las veces actúe de buena fe, según dice. Su
capacidad de autojustificación es infinita.
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