PREHISTORIA

GENERAL

 FUNDAMENTOS

 

Indice
 

1. Introducción
2. Hipótesis
3. Prehistoria
4. Historia
Bibliografía
 

 

 

 

 

 

Enciclopedia Microsoft Encarta 99.

Trabajo enviado por Mirta Latanzzi 


 

1. INTRODUCCION

Las culturas y civilizaciones surgieron a raíz de la necesidad que el hombre presentaba, tanto en lo cotidiano como en lo intelectual. En la prehistoria el hombre buscaba la supervivencia, creando armas y utensilios; o trasladándose de sitio en busca de otros beneficios. A su vez tenían un profundo sentido de lo sagrado. En la edad antigua el hombre no sólo depende de las condiciones climáticas para poder cultivar. En la edad media el hombre comenzó a darle importancia al razonamiento cuestionando las teorías previamente impuestas. Con respecto a la edad moderna, se produce el nacimiento del espíritu donde el hombre busca ser libre. Tiene la idea del progreso, el estudio se torna atractivo y placentero. En la edad contemporánea se sufrieron muchas revoluciones y cambios repentinos.

 

2. HIPOTESIS

 Las culturas y civilizaciones nacieron por una necesidad del hombre de responder a demandas sociales. La vida humana evoluciona de acuerdo con nuevas formas de pensamiento que dan lugar a la aparición de nuevos paradigmas vinculados con el progreso. Por ejemplo en el siglo XIX el surgimiento de los nacionalismos o los grandes avances tecnológicos en la navegación. De aquí la búsqueda de todo hombre de encontrar su lugar en el mundo, para adaptarse a él.

Problemática

La problemática que nos mueve a investigar consiste en analizar cada uno de los momentos de la historia de la humanidad analizando causas y consecuencias que nos permitan justificar y comprender las actuales formas de vida de nuestra cultura.

 

3. PREHISTORIA

El período conocido como prehistoria comienza a partir de la aparición del hombre, y comprende alrededor de dos millones de años. Su estudio se basa en los restos de materiales encontrados hasta el momento: vasijas, piedras talladas, armas, dibujos y restos humanos y sepulturas que permiten determinar los períodos de la evolución.

Por eso la prehistoria se ocupa de estudiar el pasado anterior a la aparición de la escritura.

3.1 La Prehistoria y Subdivisiones

3.1.1 Edad De Piedra

 

De la recolección y la caza a la agricultura y la ganadería. La Edad de Piedra es el período más extenso del desarrollo prehistórico. Abarca casi toda la existencia del hombre, puesto que comienza con los útiles más antiguos hallados por los arqueólogos y finaliza en algunas zonas del mundo, (Australia y Polinesia) tan solo dos siglos cuando el uso del metal (hito que marca el final de la Edad de Piedra) fue difundido por los europeos. A mediados del siglo XIX, los anticuarios europeos establecieron con certeza que el hombre vivió en tiempos remotos. Al mismo tiempo que una serie de animales extinguidos. La Edad de Piedra se divide en dos etapas el Paleolítico (periodo de la "piedra antigua" o "piedra tallada") y el Neolítico (el mas reciente y mas breve "de la piedra nueva" o "de la piedra pulida") el tiempo de transición entre uno y otro se llama Mesolítico.

 

3.1.2 Edad de los Metales

 

Edad del Bronce

 

Abarca el período de tiempo anterior a la introducción del hierro y donde gran parte de los utensillos y armas se fabricaban de bronce. Se había pensado que el uso del bronce había tenido su orígen en el Próximo Oriente, pero se descubrió que su metal era conocido en Tailandia hacia el 4.500 a.C. Primero esta aleación fue usada para elementos decorativos. El estaño necesario para su fabricación no abundaba en la región pero se importaba desde Inglaterra durante el II milenio a.C. de esa forma se posibilitó un uso más amplio del bronce en el Oriente Próximo y así fue utilizado para utillaje y armamento.

El cobre natural se empleaba en diversos objetos en el 10.000 a.C. En la actual Serbia se utilizaba el cobre desde el 4.000 a.C., aunque el bronce no se conocía para esa época. Hacia el 3.000 a.C. se empezó a utilizar el bronce en Grecia. En China se conoció en el 1.800 a.C. y las culturas precolombricas de América hasta el 1.000 d.C.

 

La Edad de Bronce en el Oriente Próximo y en el Mediterráneo Oriental se divide en tres etapas: inicial, media y última.

Inicial: se incrementa el uso del bronce y pasa a ser común. Fué el período de la civilización sumeria y el encumbramiento de Acad hasta su predominio en Mesopotamia; también generó los espectaculares tesoros de Troya. Babilonia alcanzó su cumbre durante el bronce medio. La Creta minoica y la Grecia micénica fueron las grandes civilizaciones del bronce último. Esta edad terminó en esa zona hacia el 1.200 a.C. , fecha que se generalizó la tecnología del hierro.

 

 

Edad del Hierro

 

Período en el que el hierro reemplazó al bronce en la fabricación de instrumentos y armas. Comprendió el fin de la Edad de bronce (700 a.C.) y la expansión del Imperio Romano (27 a.C.- 68 d.C.),esta es la última fase de la prehistoria antes que la cultura romana impusiera una nueva vida y apareciera la alfabetización. Donde no llegaban los romanos continúa la Edad de hierro por ej. en Escandinavia, Alemania central o en zonas remotas de Gran Bretaña. Esta edad comenzó en China en el 600 a.C.; en Africa subsahariana hacia el 500-400 a.C.; y en Africa del Sur en el 200 d.C.

 

El Trabajo Del Hierro

 

            El hierro era más económico que el bronce ya que los filones de donde se extraían eran más abundantes. No necesitaba aleación y era admirable para la fabricación de hachas, clavos, cierras. Excepto en China en ningún otro país se llegaba a la temperatura suficiente para moldear. Se calentaba en un horno, se separaba el hierro de la escoria ; se recalentaba el hierro, convertido en un solo bloque y luego se trabajaba el metal y se le daba forma con el martillo. El hierro fue adoptado para instrumentos de trabajo y armamento. El bronce para adornos personales como alfileres y espejos. El oro y la plata para hacer brazaletes para los guerreros.

 

Europa

            Parece haber sido usado primero en Asia Occidental entre el 2000 y el 1.500 a.C. y luego se difunde a Europa, sur de Asia y Africa del norte. La primera cultura en Europa que pertenecía a esta Edad era la cultura de Hallstatt (1200-600 a.C.) cuyo nombre se debe a un yacimiento donde se excavaron 2500 tumbas la 2da. es Téne . (450-58 a.C.) que recibe el nombre de un yacimiento donde se recuperaron objetos metálicos. Los hallazgos de Hallstatt se fechan entre el 700 y el 500 a.C. Los enterramientos reflejan gran riqueza ya que sus muertos están acompañados por armas, como espadas de hierro y bronce, hachas, cascos y dagas; cuencos de bronce, calderos y tazas, vasos de cerámicas, cuentas de ámbar y de cristal. Sus eran habitantes grandes comerciantes que exploraban todo el centro de Europa y llegaban hasta el mar Báltico y el Mediterráneo. De sus montañas extraían la sal. Los mineros de los últimos siglos encontraron galerías apuntaladas con vigas de madera y restos orgánicos de la sal. Restos de instrumentos de minería como mazos, palos y picos; antorchas, las cuales eran utilizadas para iluminar los pasillos que en algunos casos llegaban a tener 330 m. de profundidad; fardos, fabricados con pieles y su armazón de madera, los que fueron utilizados por los mineros para acarrear los bloques de sal hasta la boca de la mina; también fabricaron prendas de pieles.

Esta cultura, no solo se caracterizó por las largas espadas de hierro y jaeces de caballos, sino también por los enterramientos principescos bajo grandes túmulos. Una de las tumbas más conocidas es la de Vix, al este de Francia, enterramiento femenino del siglo VI a.C., que tenía un ajuar compuesto por un carromato y un recipiente para mezclar vino con agua realizado en bronce de mano de obra griega, esto indica que existían relaciones directas entre Europa y las colonias griegas del Mediterráneo Occidental. A los habitantes de Europa de la edad de hierro se los conoce como celtas. se cree que la aristocracia céltica importó del Mediterráneo gran cantidad de objetos de prestigio por ej. vino, tejidos y bronces etruscos. En la Península Ibérica se destaca la zona andaluza la cual recibió influencia fenicia desde el siglo VIII. a.C. Algo similar sucedió en la costa levantina influida por la cultura de los Campos de Urnas.

En la Península Ibérica la cremación fue el rito funerario mas común. El período acaba con la expansión cartaginesa y la definitiva conquista romana.

 

 

 3.2  Ritual y Religión

 

Los cuerpos recuperados que se encontraban en turberas, lugar donde las condiciones anaeróbicas los han conservado perfectamente, constituyen testimonios fascinantes del sistema religioso e ideológico que entendían del mundo los pueblos de la edad de hierro.

En 1950 unos extractores de turba vieron en Tollund Fen (Dinamarca) como un rostro humano sobresalía de la tumba. Este cuerpo, el cual desde ese momento se conoce como el hombre de Tollund, estaba desnudo; sólo llevaba un bonete de piel y un cinturón; sus piernas flexionadas en posición fetal. Sus ojos estaban cerrados; la soga con la cual había sido ahorcado hace 2000 años permanecía en su cuello.

Se han descubierto cientos de "Hombres de las turberas" en el norte de Europa, la mayoría son extractores de tumbas locales, desde hace décadas de siglos. La mayor parte de ellos parece haber muerto de manera violenta, a veces estrangulados ya sea ahorcados o agarrotados, otros por golpes en la cabeza o apuñalados y en ocasiones por más de unas de estas formas. Posiblemente fueron ajusticiados por algún delito, o tal vez por sacrificios rituales ya que se han encontrado resto de una papilla a base de cereales en el estómago de alguno de ellos que indiquen alguna comida ritual, mientras que su muerte pudo haberse producido por métodos de ejecución con carácter de sacrificio.

También es probable que muchas de las víctimas pertenecieran a una alta clase social ya que se ha observado que sus manos estaban bien cuidadas, sin callos y sus cadáveres vestidos y aseados antes de ser depositados en la turbera. Se realizaron otros depósitos rituales, principalmente de objetos metálicos, en turberas y canales, por lo que es probable que tuvieran algún significado especial para los pueblos de este período. Los depósitos votivos en la Téne contenían 150 espadas, algunas con vainas decoradas, fíbulas, puntas de lanza y otros útiles y armas, tanto de bronce como de hierro. Se han recuperado depósitos similares en el Támesis; entre estos se destaca el escudo de Battersa.

 

Enterramientos

     

            El sistema de enterramiento en la edad de hierro se basó en la inhumación. Los más conocidos son los de Pazirik, en las montañas Altái, en el 400 a.C. contienen cadáveres muy bien conservados de personas y de caballos, tejidos y objetos de piel. Estas tumbas aparecen sobre el suelo como pequeños montículos de tierra o túmulos recubiertos con piedras. Cada uno de estos cubre una tumbas en forma de pozo, en las que había una cámara funeraria formada por vigas de madera sobre las que se apilaban troncos y piedras que llenaban pozo. Fueron depositados en el interior de una de estas cámaras los cuerpos embalsamados de un hombre y de una mujer, dentro de un ataúd, construido a partir de un tronco ahuecado con una piel cortada de ciervo, una alfombra de lana que envolvía los cuerpos y ropas de lino. Dentro de la cámara funeraria había más ropa, tejidos, objetos de piel, muebles de madera, ornamentos de oro y plata y espejos. Cada una de las tumbas tenía entre 7 y 14 enterramientos de caballos. Se ha preservado alguno de ellos junto con  con accesorios como bridas, sillas de montar y ropaje de abrigo. Junto a estos había un gran carromato con un toldo decorado con apliques en forma de cisnes. Los pueblos que enterraban a sus muertos en este tipo de tumbas eran nómades que usaban el caballo como montura, tenían mucho en común con los escitas quienes vivían en las estepas al norte del mar negro, que enterraban a su elite en ricas tumbas y en su arte destacaban a los animales. Los hallazgos en estas tumbas congeladas, con Persia y China, dadas las similitudes en los patrones de confección de materias primas.

 

Poblados

 

Los poblados tendieron a hacer núcleos fortificados en colinas, como ejemplos podemos mencionar a Maiden Castle, al sur de Inglaterra, y Heuneburg , en el sur de Alemania y de oppida, centros urbanos amurallados de carácter tribal. Una península en el norte de Polonia, localizada en Biskupín fue uno de los poblados más fascinantes en Europa, en el 700 a.C. donde las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz restos sumergidos de un poblado fortificado rodeado por una empalizada de unas 100 casas dispuestas en hileras con muros de más de 1m. de altura, entre ellas había calles pavimentadas con troncos. Los habitantes, estimados entre 1000 y 1200, eran granjeros y pastores. Los principales cultivos fueron mijo, trigo, cebada, centeno y frijoles. Se han encontrado huesos de animales que indican que los cerdos tuvieron gran importancia en la alimentación.

Asia

El trabajo del hierro, se desarrolló en Asia Oriental. Se trabajó por primera vez hacia el 600 a.C. en China, fundiéndose de forma similar a la del bronce. 1000 años más tarde se lograron obtener altísimas temperaturas para su fundición, la cual comenzó en Europa en la edad media.

Los chinos produjeron muchos instrumentos y armas fundidas a molde. Los nuevos aperos agrícolas de hierro y los útiles de madera aumentaron la productividad de las tierras. La cuñación de moneda en China y en Europa se inició hacia el 500 a.C. Las ciudades amuralladas y el armamento indican que la guerra era endémica, situación reflejada por la realización de la Gran Muralla China y del ejército de Terracota formado por estatuas representando soldados con sus armaduras completas y sus armas.

 

En Africa subsahariana los metales fueron empleados hacia el 500 a.C. Se fundió gran cantidad en el valle del Nilo. El hierro, llegó a Africa Oriental hacia el 200 a.C. y los ancestros de los bantúes lo difundieron, junto con la agricultura, al sur. Estos vivían en comunidades sedentarias, usaban cerámica, cultivaban plantas y tenían animales domesticados. El valle del Nilo y algunas zonas de Africa Occidental son las únicas regiones que tienen testimonios de trabajo del cobre anterior a la introducción del hierro,. Probablemente el conocimiento de el trabajo de hierro en Africa subsahariana viene de las colonias fenicias de la costa del norte o a través del Nilo, pero los artesanos locales usaron los hornos de ladrillo en Tanzania y Ruanda, desde el siglo V a.C., Para producir lo que técnicamente era el acero, pero al este en el valle de Rift, pueblos pastores utilizaron 100 años más tarde útiles de piedra. La edad de hierro del sur de Africa esta dividida en la edad de hierro antigua ( hacia el 200 d.C..- 1000 D.c.) y la edad de hierro final (desde el 1000 d.C. hasta el siglo XIX.)

 

3.3  Cultura y Sociedad de los Pueblos Primitivos

  

La educación existe desde que hay hombres sobre la Tierra. La mayor parte de la vida humana ha transcurrido en la etapa primitiva o prehistórica. Se pueden distinguir dos etapas en el desarrollo de esa vida: la del hombre cazador (paleolítico) y la del hombre agricultor (neolítico). El cazador es nómada, se convierte poco a poco en agricultor y ganadero, adquiriendo estabilidad y formando clanes y tribus. Correspondiendo a estas formas de vida se desarrollan estructura sociales diferentes. En la época del hombre cazador, el varón ocupaba el lugar más importante, y la mujer aparece en uno secundario. En la edad del agricultor la mujer aparece en un lugar preeminente por estar a cargo, además de las faenas domésticas, las laborales agrícolas.

La base de la vida de estos grupos sociales era la familia, agrupadas en forma de clanes o tribus con un ser animado del cual se suponen descendientes. Estos grupos poseen cultura, armas y utensilios manufacturados por ellos.

 

La Educación de los Pueblos Primitivos

 

Es una educación natural, espontánea, inconsciente, adquirida por la convivencia de padres e hijos, adultos y menores. Se trata de una educación por imitación, así aprende las costumbres de la tribu, cantos y danzas, lenguaje que constituye su mayor instrumento educativo.

Caracteres De La Educación Espontánea Primitiva

Se aprende por imitación, rasgo eminentemente social de la educación primitiva, se limita al presente inmediato con un fondo mágico, hasta la consagración u ordenamiento de la juventud tiene carácter ritual.

 

 

4. HISTORIA

 

 

4.1 Edad Antigua

 

Se denomina edad antigua al período de la historia de la humanidad que comprende desde la aparición de la escritura (3000 años antes de Cristo) hasta, aproximadamente, la caída de Roma en poder de los bárbaros en el 476 d. C. Caracterizada por la aparición de grandes civilizaciones de regadío, cuando las sociedades agricultoras dejaron de depender de las condiciones climáticas para poder cultivar, y por la escritura; en este período tuvieron lugar importantes sucesos que cimentaron la historia de la humanidad:

 

4.1.1 Egipto

 

Numerosos grupos de origen semitas norafricanos, negroides del sur, invadieron el valle y el delta del Nilo atraídos por la fertilidad del suelo. Luego valoraron las condiciones del suelo mejorando técnicas agrícolas. Aprendieron a disciplinar la fertilidad de la tierra en que vivían. La población heterogénea se unió en amplias comunidades con dirigentes para llevar a adelante la adaptación al medio geográfico.

 

Organización política y social: teocracia y absolutismo.

 

Una característica más saliente de la sociedad egipcia era la marcada desigualdad social (monarquía centralizada).

A la cabeza de la sociedad el faraón, que era una dios sobre la tierra y como tal era reverenciado y temido; su poder era por herencia y origen divino. Solía realizar sus matrimonios dentro de su misma familia o con mujeres de la alta nobleza. También estaban los escribas (clase social al servicio del estado, mediante costosos estudios accedían a la escritura jeroglífica.

La inmensa mayoría de la población eran pobres campesinos y artesanos sometidos a la explotación por parte del estado para el sostenimiento de cultos y grandes templos.

Existió la esclavitud, reclutada entre los prisioneros de guerra ocupaban el último escalón de la escala social.

 

Una Vida Pensando En la Muerte

Dedicaron una gran parte de sus riquezas al culto de los reyes muertos, porque por medio de sus ofrendas esperaban desde una gran cosecha hasta un bienestar más grande en otra existencia después de la muerte. Cada soberano, desde el inicio de su reinado, comenzaba a preparar la tumba en el cual sería sepultado, una de las mayores preocupaciones de los egipcios era proveerse de una morada para después de la muerte. Las tumbas reales podían ser mastabas, las más antiguas y modestas (con una cavidad rodeada por una pared de ladrillos con una capilla para las ofrendas); pirámides, enormes construcciones de piedra; o hipogeos, tumbas subterráneas cavadas en la roca de las montañas cercanas al valle del Nilo, son la sepultura más modernadisimuladas en la montaña para evitar el robo de las riquezas que se depositaban en ellas. Los cuerpos muertos se encontraban momificados.

 

Su religión era politeísta, pensaban que las divinidades estaban presentes en las estatuas que las representaban y algunos animales sagrados como el buey.

El faraón, considerado como un dios viviente y un hijo del máximo dios, el dios sol, denominado Ra.

 

 

Legado Cultural del Antiguo Egipto

 

La cultura egipcia, desde las primeras épocas de Menes, el faraón unificador, se desarrolló a lo largo de tres mil años, antes del nacimiento de Cristo.

Este pueblo ha dejado para la posteridad un rico legado que va desde las famosas pirámides y colosales hasta esculturas de todo tipo, algunas hasta "hablaban"; con una extraordinaria literatura y, sobre todo, su sistema de numeración y amplios conocimientos científicos.

Para evitar los latrocinios de los saqueos de tumbas se trasladaron al Valle de los Reyes donde pueden verse tumbas excavadas en la roca viva, templos funerarios como el de la reina Hastsepsut. El faraón Akenatón, impuso el monoteísmo, reglas artísticas y construyó una ciudad extraordinaria con avenidas y puentes. Los sacerdotes no dejaron que estas ideas prosperaran y su hijo fue obligado a continuar con las ideas anteriores.

La obra más famosa son las estatuas colosales de Memón, en épocas de esplendor egipcio estas estatuas "hablaban", en realidad un ingenioso dispositivo basado en la inclinación de los rayos solares, utilizaban la condensación de la humedad en un cierto día del año, lo que provocaba un efecto casi igual al habla.

Las paredes de las tumbas estaban cubiertas por pinturas que describen con total realismo escenas cotidianas y del mundo religioso.

El Legado Literario Y Los Jeroglíficos

Maravillosos poemas de amor, consejos para los gobernantes, himnos religiosos y también verdaderas historias de aventuras, ("memorias de Sinuhit", adaptada en una famosa película: Sinué en egipcio.

Todas estas obras están escritas en jeroglíficos, sistema de escritura basado en ideogramas.

Más adelante se agruparon las consonantes aisladas, sin incluir vocales. En segundo término se utilizó la hierática. Más adelante fue creada la escritura demótica.

 

 

4.1.2  Mesopotámia

 

Una tierra entre ríos comprendida entre los ríos Tigris y Eufrates, entre las mesetas de Irán y la zona conocida como Asia menor. Los río posibilitaron el establecimiento de los hombres en medio de una zona de desiertos y montañas. Los hombres transformaron los pantanos del lugar en campos sembrados y en aldeas y ciudades de piedra.

La Mesopotamia Asiática podemos dividirla en dos sectores:

o  Al sur: Caldea (Sumerios y Acadios), luego Babilonia (Babilonios) tierras arcillosas y fértiles. Abundantes cosechas

o  Al norte: Asiria (Asirios) llanura accidentada rica en bosques, minerales y piedras.

Mesopotamia fue durante mucho tiempo el centro del mundo antiguo, el único paso importante entre el Golfo Pérsico y el Mediterráneo. Las ricas llanuras del Tigris y del Éufrates siempre estubieron expuestas a las invasiones de los nómadas del desierto y al ataque brutal de los montañeses. La historia de la mesopotamia es una suceción de guerras, de invasiones y de dominaciones que no duraron mucho tiempo.

Hacia 4000 antes de Cristo, un pueblo de origen desconocido, los sumerios, ocuparon el sur de la Mesopotamia.

Grandes constructores de diques y de canales de riego, los sumerios fundaron ricas ciudades, uqe comerciaban con las costas del Mediterráneo y el valle del río indo. En muy corto tiempo, los sumerios conquistaron todo el sur de Babilonia. sin embargo, las ciudades sumerias actuaban como principados independientes (ciudades estado) Gobernadas por príncipe, trataron de mantener el separatismo, mientras disputaban las sangrientas guerras con las ciudades vecinas.

Mientras ocurría todo esto en Sumer, en el norte de Babilonia, un pueblo llegado de los desiertos cercanos, dominaban la zona fundando ciudades. Con el tiempo, los acadios dominaron con mano de hierro a los sumerios, estableciendo el primer reino unificado de la región, la primera Babilonia.

Sin embargo el reino babilónico duró menos de cien años, pues nuevos invasores acabaron con su poder, reiniciándose así un período donde cada una de las ciudades se mantuvieron independientes.

Hacia el siglo IX, la Mesopotamia era un sólo reino. Nos encontramos ante el imperio Asirio y la capital fue la ciudad de Nínive.

Pese al triunfo, los habitantes de Babilonia, decidieron terminar con el dominio. Se estableció un nuevo imperio llamado Nueva Babilonia. Este llegó a conquistar las costas mediterráneas, pero, menos de cien años después, desapareció la independencia de los pueblos.

La historia de las culturas que se desarrollaron en la Mesopotamia, es confusa, pueblos victoriosos que sometieron a otros, luchas sucesivas para lograrla hegemonía en el territorio, para acabar finalmente dominados por nuevos invasores que provenían de otras tierras.

 

Sociedad mesopotámica

 

 

4.1.3 Grecia

 

Egeo. Los rastros culturales más antiguos pertenecen a la civilización cretense. Se denominaron griegos a los pueblos del norte que fueron llegando desde el 3.000 a.C. a las tierras circundantes al mar Egeo: aqueos, jonios y eolios. . Fue una lenta invasión que duró 6 ss. creando la cultura cretomicénica. Pertenecían al grupo de los indoeuropeos.

La llegada de los dorios A partir del 1.200 a.C. llegan estos pueblos provenientes del centro de Europa, quienes conquistan Grecia, obligando a los aqueos a emigrar. Los dorios causaron graves daños a la cultura cretomicénica, con sus armas de hierro conquistaron, a toda Grecia europea, obligando a los aqueos a emigrar a las costas asiáticas de la península de Anatolia (actual Turquía)y establecieron diversas colonias.

 

Las invasiones de pueblos del norte provocaron un largo período de guerras y devastaciones. El territorio apareció políticamente dividido en ciudades independientes. El poder político y económico pertenecía a los grandes propietarios. Por debajo de estos, el pueblo, ciudadanos libres, y en lo más bajo de la escala social los esclavos, prisioneros de guerra.

 

La acción política alcanzó su apogeo con la democracia, no contemplaba la igualdad entre todos los hombres, favoreció el desarrollo de los valores humanos.  Educación: reflexionaron sobre su sentido individual y social, considerándola como un proceso de construcción consciente de la personalidad total. Los griegos explicaron racionalmente el universo y sus leyes, creando la ciencia y la filosofía. Se destacaron en el arte.

 

 Manifestaron una acentuada indiferencia por la vida ultraterrena. La preocupación ética fue muy profunda y estaba concebida como un ideal de existencia. Este ideal de existencia buscaba como meta el heroísmo y el honor, " ser siempre el mejor", se convierte en la razón de ser de la nobleza guerrera y sirve de fundamento a los ideales griegos más tardíos. Estos ideales fueron sin duda un factor poderoso del progreso intelectual y artístico alcanzado. El mundo griego antiguo desarrolló una importante cultura. se extendió en las tierras que circundaban el mar Egeo, abarcando el sur de la Península de los Balcanes. En esta geografía compuesta de mar , tierra y montañas y con recursos naturales limitados floreció la civilización griega.

 

Estos pueblos se establecieron en diversas colonias en las costas asiáticas de la península de Anatolia. Esta colonización del Mediterráneo. En el siglo VIII a.C. se produjo una crisis por el aumento de población y escasez de recursos. Los polis impulsaron la colonización de nuevos pueblos desde las costas del Mediterráneo hasta el estrecho de Gibraltar.

 

Esparta y Atenas.

Estas dos de las polis, irradiaron su influencia por todo el mundo griego tanto en los camos de las artes, como de la ciencia y la filosofía. Los griegos también tomaban la música como arte esencial, asociándola a la poesía y la danza. Otro género artístico fue el teatro. Los griego fueron grandes matemáticos, como Tales y Pitágoras, geógrafos como Mileto e historiadores como Herodoto y Tucídides. Los más importantes folósofos fueron: Sócrates, Platón, Aristóteles y Heráclito.

 

4.1.4 Roma

En el s. VIII a.C. en el centro de la península itálica, habitada por pueblos latinos, fundaron una pequeña aldea llamada Roma en defensa de los etruscos. Esta estaba rodeada por seis colinas las cuales con el tiempo quedaron dentro del perímetro de Roma, así surge el pueblo romano.

A partir del 753 a.C. comienza la historia de la capital del mundo antiguo. Se puede dividir en tres periodos:

·     La monarquía (753 a 509 a. C.)

·     La república (509 a 30 a. C.)

·     El imperio (30 a. C. a 476 d. C.) en el 476 d. C. Roma fue conquistada por los Bárbaros.

Aspectos políticos y sociales

 

Las autoridades monárquicas eran el Rey, El senado y los comicios curiados. El Rey era elegido por el senado y el cargo era vitalicio.

La sociedad estaba dividida en tres clases: Los Patricios, los plebeyos y los esclavos.

De la monarquía a la república

Los romanos poseían un gran respeto por las leyes. Los tres últimos reyes fueron etruscos. La caída de la monarquía fue el rechazo de los patricios en contra de los etruscos y sus reformas. En el año 509 a. C. los patricios contuvieron momentáneamente el avance de estas reformas reemplazando la monarquía por una república.

El fin de la república e Imperio Romano

Durante el año 30 a. C. la república se encontraba en un caos, que dio lugar a que un grupo de militares comenzara a luchar entre ellos. De esta lucha salió un triunfante Augusto, quien convirtió a la república en un imperio, asumiendo el título de emperador. Roma ya no era una pequeña aldea que se encontraba en el Monte Palatino, y abarcaba todas las tierras mediterráneas y europeas hasta los ríos Rin y Danubio. Este imperio duró mas de 4 siglos, fue derribado por guerras de conquista y luchas civiles.

Durante el imperio, en el campo aumentó la gran propiedad y con ella el trabajo de los empleados. En la ciudad, el centro de la vida romana era el foro. La vida artesanal, se intensificó en los suburbios. Las ciudades aumentaron su densidad. La ciudad mostraba distintos atractivos como por ej. el circo.

Caída del Imperio.

En el s. III d. C., comenzó la decadencia del imperio en forma notable. El ejercito cobró cada vez más importancia por sobre el senado.

En el s. V los Bárbaros rompieron las fronteras y tomaron la parte occidental del Imperio romano.

Edad media

Término utilizado para referirse a un periodo de la historia europea que transcurrió desde la desintegración del Imperio romano de Occidente, en el siglo V, hasta el siglo XV. No obstante, las fechas anteriores no han de ser tomadas como referencias fijas: nunca ha existido una brusca ruptura en el desarrollo cultural del continente. La edad media fue un periodo de estancamiento cultural, ubicado cronológicamente entre la gloria de la antigüedad clásica y el renacimiento. La investigación actual tiende, no obstante, a reconocer este periodo como uno más de los que constituyen la evolución histórica europea, con sus propios procesos críticos y de desarrollo. Se divide generalmente la edad media en tres épocas.

 

Inicios de la edad media. Ningún evento concreto determina el fin de la antigüedad y el inicio de la edad media. La culminación a finales del siglo V de una serie de procesos de larga duración, entre ellos la grave dislocación económica y las invasiones y asentamiento de los pueblos germanos en el Imperio romano, hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes 300 años Europa occidental mantuvo una cultura primitiva aunque instalada sobre la compleja y elaborada cultura del Imperio romano, que nunca llegó a perderse u olvidarse por completo.

Fragmentación de la autoridad. Durante este periodo no existió realmente una maquinaria de gobierno unitaria en las distintas entidades políticas, aunque la poco sólida confederación de tribus permitió la formación de reinos. El desarrollo político y económico era fundamentalmente local y el comercio regular desapareció casi por completo, aunque la economía monetaria nunca dejó de existir de forma absoluta. En la culminación de un proceso iniciado durante el Imperio romano, los campesinos comenzaron a ligarse a la tierra y a depender de los grandes propietarios para obtener su protección y una rudimentaria administración de justicia, en lo que constituyó el germen del régimen señorial. Los principales vínculos entre la aristocracia guerrera fueron los lazos de parentesco aunque también empezaron a surgir las relaciones feudales. Se ha considerado que estos vínculos (que relacionaron la tierra con prestaciones militares y otros servicios) tienen su origen en la antigua relación romana entre patrón y cliente.  Todos estos sistemas de relación impidieron que se produjera una consolidación política efectiva.

 

 

 

 

4.2 Edad Media

 

La única institución europea con carácter universal fue la Iglesia, pero incluso en ella se había producido una fragmentación de la autoridad. Todo el poder en el seno de la jerarquía eclesiástica estaba en las manos de los obispos de cada región. El papa tenía una cierta preeminencia basada en el hecho de ser sucesor de san Pedro, primer obispo de Roma, a quien Cristo le había otorgado la máxima autoridad eclesiástica. No obstante, la elaborada maquinaria del gobierno eclesiástico y la idea de una Iglesia encabezada por el papa no se desarrollarían hasta pasados 500 años. La Iglesia se veía a sí misma como una comunidad espiritual de creyentes cristianos, exiliados del reino de Dios, que aguardaba en un mundo hostil el día de la salvación. Los miembros más destacados de esta comunidad se hallaban en los monasterios, diseminados por toda Europa y alejados de la jerarquía eclesiástica.

En el seno de la Iglesia hubo tendencias que aspiraban a unificar los rituales, el calendario y las reglas monásticas, opuestas a la desintegración y al desarrollo local. Al lado de estas medidas administrativas se conservaba la tradición cultural del Imperio romano. En el siglo IX, la llegada al poder de la dinastía Carolingia supuso el inicio de una nueva unidad europea basada en el legado romano, puesto que el poder político del emperador Carlomagno dependió de reformas administrativas en las que utilizó materiales, métodos y objetivos del extinto mundo romano.

Vida cultural

La actividad cultural durante los inicios de la edad media consistió principalmente en la conservación y sistematización del conocimiento del pasado y se copiaron y comentaron las obras de autores clásicos. Se escribieron obras enciclopédicas, como las Etimologías (623) de san Isidoro de Sevilla, en las que su autor pretendía compilar todo el conocimiento de la humanidad. En el centro de cualquier actividad docta estaba la Biblia: todo aprendizaje secular llegó a ser considerado como una mera preparación para la comprensión del Libro Sagrado.

Esta primera etapa de la edad media se cierra en el siglo X con las segundas migraciones germánicas e invasiones protagonizadas por los vikingos procedentes del norte y por los magiares de las estepas asiáticas, y la debilidad de todas las fuerzas integradoras y de expansión europeas al desintegrarse el Imperio Carolingio. La violencia y dislocación que sufrió Europa motivaron que las tierras se quedaran sin cultivar, la población disminuyera y los monasterios se convirtieran en los únicos baluartes de la civilización.

La Alta Edad Media

Hacia mediados del siglo XI Europa se encontraba en un periodo de evolución desconocido hasta ese momento. La época de las grandes invasiones había llegado a su fin y el continente europeo experimentaba el crecimiento dinámico de una población ya asentada. Renacieron la vida urbana y el comercio regular a gran escala y se desarrolló una sociedad y cultura que fueron complejas, dinámicas e innovadoras. Este periodo se ha convertido en centro de atención de la moderna investigación y se le ha dado en llamar el renacimiento del siglo XII.

El poder papal

Durante la Alta Edad Media la Iglesia católica, organizada en torno a una estructurada jerarquía con el papa como indiscutida cúspide, constituyó la más sofisticada institución de gobierno en Europa occidental. El Papado no sólo ejerció un control directo sobre el dominio de las tierras del centro y norte de Italia sino que además lo tuvo sobre toda Europa gracias a la diplomacia y a la administración de justicia (en este caso mediante el extenso sistema de tribunales eclesiásticos). Además las órdenes monásticas crecieron y prosperaron participando de lleno en la vida secular. Los antiguos monasterios benedictinos se imbricaron en la red de alianzas feudales. Los miembros de las nuevas órdenes monásticas, como los cistercienses, desecaron zonas pantanosas y limpiaron bosques; otras, como los franciscanos, entregados voluntariamente a la pobreza, pronto empezaron a participar en la renacida vida urbana. La Iglesia ya no se vería más como una ciudad espiritual en el exilio terrenal, sino como el centro de la existencia. La espiritualidad altomedieval adoptó un carácter individual, centrada ritualmente en el sacramento de la eucaristía y en la identificación subjetiva y emocional del creyente con el sufrimiento humano de Cristo. La creciente importancia del culto a la Virgen María, actitud desconocida en la Iglesia hasta este momento, tenia el mismo carácter emotivo.

Aspectos intelectuales

Dentro del ámbito cultural, hubo un resurgimiento intelectual al prosperar nuevas instituciones educativas como las escuelas catedralicias y monásticas. Se fundaron las primeras universidades, se ofertaron graduaciones superiores en medicina, derecho y teología, ámbitos en los que fue intensa la investigación: se recuperaron y tradujeron escritos médicos de la antigüedad, muchos de los cuales habían sobrevivido gracias a los eruditos árabes y se sistematizó, comentó e investigó la evolución tanto del Derecho canónico como del civil.

En la Plena Edad Media el escolasticismo se popularizó, se estudiaron los escritos de la Iglesia, se analizaron las doctrinas teológicas y las prácticas religiosas y se discutieron las cuestiones problemáticas de la tradición cristiana. El siglo XII, por tanto, dio paso a una época dorada de la filosofía en Occidente.

Innovaciones artísticas

La escritura dejó de ser una actividad exclusiva del clero y el resultado fue el florecimiento de una nueva literatura, tanto en latín como, por primera vez, en lenguas vernáculas. Estos nuevos textos estaban destinadas a un público letrado que poseía educación y tiempo libre para leer. La lírica amorosa, el romance cortesano y la nueva modalidad de textos históricos expresaban la nueva complejidad de la vida y el compromiso con el mundo secular. En el campo de la pintura se prestó una atención sin precedentes a la representación de emociones extremas, a la vida cotidiana y al mundo de la naturaleza. En la arquitectura, el románico alcanzó su perfección con la edificación de incontables catedrales a lo largo de rutas de peregrinación en el sur de Francia y en España, especialmente el Camino de Santiago, incluso cuando ya comenzaba a abrirse paso el estilo gótico que en los siguientes siglos se convertiría en el estilo artístico predominante.

 

En la Baja Edad Media, a partir del siglo XIII, se sintetizaron los logros del siglo anterior. La Iglesia se convirtió en la gran institución europea, las relaciones comerciales integraron a Europa gracias especialmente a las actividades de los banqueros y comerciantes italianos, que extendieron sus actividades por Francia, Inglaterra, Países Bajos y el norte de África, así como por las tierras imperiales germanas. Los viajes, bien por razones de estudio o por motivo de una peregrinación fueron más habituales y cómodos. También fue el siglo de las Cruzadas; estas guerras, iniciadas a finales del siglo XI, fueron predicadas por el Papado para liberar los Santos Lugares cristianos en el Oriente Próximo que estaban en manos de los musulmanes. Concebidas según el Derecho canónico como peregrinaciones militares, los llamamientos no establecían distinciones sociales ni profesionales. Estas expediciones internacionales fueron un ejemplo más de la unidad europea centrada en la Iglesia, aunque también influyó el interés de dominar las rutas comerciales de Oriente. La alta edad media culminó con los grandes logros de la arquitectura gótica, los escritos filosóficos de santo Tomás de Aquino y la visión imaginativa de la totalidad de la vida humana, recogida en la Divina Comedia de Dante Alighieri.

La baja edad media

Si la alta edad media estuvo caracterizada por la consecución de la unidad institucional y una síntesis intelectual, la baja edad media estuvo marcada por los conflictos y la disolución de dicha unidad. Fue entonces cuando empezó a surgir el Estado moderno —aún cuando éste en ocasiones no era más que un incipiente sentimiento nacional— y la lucha por la hegemonía entre la Iglesia y el Estado se convirtió en un rasgo permanente de la historia de Europa durante algunos siglos posteriores. Pueblos y ciudades continuaron creciendo en tamaño y prosperidad y comenzaron la lucha por la autonomía política. Este conflicto urbano se convirtió además en una lucha interna en la que los diversos grupos sociales quisieron imponer sus respectivos intereses.

Inicios de la ciencia política. Una de las consecuencias de esta pugna, particularmente en las corporaciones señoriales de las ciudades italianas, fue la intensificación del pensamiento político y social que se centró en el Estado secular como tal, independiente de la Iglesia.

La independencia del análisis político es sólo uno de los aspectos de una gran corriente del pensamiento bajomedieval y surgió como consecuencia del fracaso del gran proyecto de la filosofía altomedieval que pretendía alcanzar una síntesis de todo el conocimiento y experiencia tanto humano como divino.

La nueva espiritualidad

Aunque este desarrollo filosófico fue importante, la espiritualidad de la baja edad media fue el auténtico indicador de la turbulencia social y cultural de la época. Esta espiritualidad estuvo caracterizada por una intensa búsqueda de la experiencia directa con Dios, bien a través del éxtasis personal de la iluminación mística, o bien mediante el examen personal de la palabra de Dios en la Biblia. En ambos casos, la Iglesia orgánica —tanto en su tradicional función de intérprete de la doctrina como en su papel institucional de guardián de los sacramentos— no estuvo en disposición de combatir ni de prescindir de este fenómeno. Toda la población, laicos o clérigos, hombres o mujeres, letrados o analfabetos, podían disfrutar potencialmente una experiencia mística. Concebida ésta como un don divino de carácter personal, resultaba totalmente independiente del rango social o del nivel de educación pues era indescriptible, irracional y privada. Por otro lado, la lectura devocional de la Biblia produjo una percepción de la Iglesia como institución marcadamente diferente a la de anteriores épocas en las que se la consideraba como algo omnipresente y ligado a los asuntos terrenales. Cristo y los apóstoles representaban una imagen de radical sencillez y al tomar la vida de Cristo como modelo de imitación, hubo personas que comenzaron a organizarse en comunidades apostólicas. En ocasiones se esforzaron por reformar la Iglesia desde su interior para conducirla a la pureza y sencillez apostólica, mientras que en otras ocasiones se desentendieron simplemente de todas las instituciones existentes. En muchos casos estos movimientos adoptaron una postura apocalíptica o mesiánica, en particular entre los sectores más desprotegidos de las ciudades bajomedievales, que vivían en una situación muy difícil. Tras la aparición catastrófica de la peste negra, en la década de 1340, que acabó con la vida de una cuarta parte de la población europea, bandas de penitentes, flagelantes y de seguidores de nuevos mesías recorrieron toda Europa, preparándose para la llegada de la nueva época apostólica. Esta situación de agitación e innovación espiritual desembocaría en la Reforma protestante; las nuevas identidades políticas conducirían al triunfo del Estado nacional moderno y la continua expansión económica y mercantil puso las bases para la transformación revolucionaria de la economía europea. De este modo las raíces de la edad moderna pueden localizarse en medio de la disolución del mundo medieval, en medio de su crisis social y cultural.

 

 

 

4.3 Edad Moderna

 

Periodo histórico que, según la tradición historiográfica europea y occidental, se enmarca entre la edad media y la edad contemporánea. La edad moderna, como convencionalismo historiográfico —así como las connotaciones del término moderno, utilizado por primera vez por el erudito alemán de finales del siglo XVII Cristophorus Cellarius—, responde en su origen a una concepción lineal y optimista de la historia y a una visión eurocentrista del mundo y del desarrollo histórico. A pesar de ser aceptada comúnmente en los medios académicos occidentales como marco referencial, será objeto de una amplia reflexión entre los historiadores a lo largo del siglo XX en torno a su amplitud y sus límites cronológicos, sus escenarios geográficos, su alcance semántico y los fundamentos de la modernidad, entre sus aspectos esenciales.

El siglo XVII representó el apogeo de la mentalidad moderna, caracterizado por el absolutismo monárquico el triunfo del mercantilismo, la revolución intelectual y las guerras de religión. El despotismo real fue consecuencia de una evolución gradual que adquirió características peculiares en cada región. Fue sobre todo en los órdenes jurídico, económico y administrativo, donde la monarquía trabajó arduamente, afín de reducir los enacronismos que separaban a la realidad, de las instituciones vigentes. Estas circunstancias fueron el fomento de los nuevos ideales políticos que reflejaban de manera especial el deseo de contar con estabilidad y protección frente a la confusión y el caos producido por permanentes luchas. El orden y seguridad fueron considerados más importantes que la libertad y los monarcas reconocieron su “derecho divino” para gobernar, cuyo correlato era la obediencia ciega de sus súbditos. La nueva política económica: mercantilismo, apoyaba la intervención estatal por considerarla factor propicio para aumentar la prosperidad comercial. Alcanzó nivel mundial, ampliando las bases del capitalismo, al valorizar las actividades lucrativas subrayar el poder del dinero y considerar a la competencia como el fundamento de la vida económica.  Desde el punto de vista social, la característica saliente fue la ascención de la burguesía, favorecida por su poderío económico y su creciente alianza con la monarquía. Otros cambios sociales destacados fueron el crecimiento demográfico y el debilitamiento sostenido de la aristocracia. El progreso intelectual fue una revolución; varios factores contribuyeron a su advenimiento:

o    Las ideas renacentistas

El prisma eurocentrista desde el que se concibe la edad moderna es la consecuencia de la valoración que el pensamiento europeo-occidental ha hecho de unos procesos básicos y característicos de la cristiandad occidental a lo largo de un dilatado periodo de tiempo. En este sentido, la geografía de la modernidad estará delimitada por Europa, concretamente Europa occidental, y por la magnitud de la expansión de su civilización desde el inicio de los tiempos modernos.

Pero la conceptualización del mundo moderno y sus límites espaciales y cronológicos son objeto de diferentes aproximaciones desde la propia historiografía de Europa occidental. La historiografía tradicional francesa, por su lado, considera que la edad moderna transcurre entre los siglos XVI y XVIII, situando sus comienzos en torno a la caída de Constantinopla en 1453, al descubrimiento de América en 1492 y al fenómeno cultural del renacimiento, en tanto que emplaza su final en el derrumbamiento de la vieja monarquía y el proceso revolucionario iniciado en 1789 (Revolución Francesa), con el que se iniciaba la contemporaneidad. En cambio, en la historiografía anglosajona el término ‘moderno’ hace referencia a un periodo más prolongado y móvil. En consecuencia, la duración de los tiempos modernos tradicionalmente se ha situado tras el renacimiento, hacia el año 1600, y su final tiende a prolongarse en el tiempo hasta el siglo XX. La delimitación de su ocaso puede variar según las diferentes historiografías, en virtud del propio ritmo histórico de cada pueblo: por ejemplo, en 1848, en las naciones de Europa central; o en 1917 para Rusia.

De cualquier modo, y aunque la historiografía occidental ha tendido a situar la edad moderna entre los siglos XVI y XVIII, la consideración de acontecimientos puntuales de singular relieve en modo alguno son significativos sin la valoración de los procesos de cambio a nivel estructural en el devenir de las sociedades. Así, los inicios de la edad moderna difícilmente pueden ser comprensibles sin atender al despertar del mundo urbano en Occidente desde el siglo XIII, al clima de intenso debate religioso que preludia la Reforma iniciada en el siglo XVI, a los primeros síntomas de cambio en los comportamientos de la economía hacia formas precapitalistas o al proceso de conformación de los primeros estados modernos desde finales del siglo XV. Del mismo modo, el final de la edad moderna habrá de ser igualmente flexible en virtud de los procesos constitutivos de la quiebra y desintegración del Antiguo Régimen, cuya transición tendrá un ritmo y una duración variable según las diferentes realidades históricas de cada pueblo, y que a grosso modo podemos dilatar desde finales del siglo XVIII hasta el siglo XIX, y aún en algunos casos hasta el propio siglo XX. En consecuencia, las transiciones hacia la modernidad y hacia el fin de la misma diluyen sus límites tanto en el medievo como en la contemporaneidad.

Los rasgos esenciales de la modernidad

La modernidad en su origen y en su esencia es un fenómeno europeo, pero la emergencia, extraversión y expansión de Europa le conferirán una dimensión mundial, a través de la presencia y la interacción de los europeos con otras civilizaciones de ultramar.

Como fenómeno esencialmente europeo los rasgos de la modernidad ilustran unas pautas de cambio profundo en la configuración del universo social, no sin variaciones según los diferentes pueblos de Europa. En el ámbito de las creencias, el hecho más elocuente del inicio de la modernidad es la quiebra de la unidad cristiana en Europa central y occidental, precedido del agitado caldo de cultivo de las herejías y las contestaciones críticas a la Iglesia romana en la baja edad media y que culmina en la Reforma protestante y el inicio de un largo ciclo de las guerras de Religión desde principios del siglo XVI. Asimismo, la secularización del saber, la consolidación de la ciencia y el avance del librepensamiento, basados en el pilar de la razón, generarán actitudes críticas hacia las religiones reveladas.

Estos cambios en la atmósfera cultural y su manifestación en los avances tecnológicos revolucionarán los hábitos materiales de las sociedades europeas y su visión y relación con el entorno a escala planetaria. Los nuevos inventos, en la navegación y en el campo militar, por citar dos ejemplos, facilitarán los descubrimientos geográficos y la apertura de nuevas rutas de navegación hacia los mercados de Extremo Oriente y hacia el Nuevo Mundo. En un plano más amplio, el nuevo marco cultural perfilado en el renacimiento y el humanismo generarán un escenario en el desarrollo del saber donde el hombre ocuparía un lugar central, cuya proyección alcanzaría su más elocuente forma de expresión en el espíritu de la Ilustración en el siglo XVIII y la configuración de Europa como paradigma de la modernidad.

Desde una perspectiva socioeconómica, la lenta pero progresiva implantación de formas protocapitalistas, vinculadas al desarrollo del mundo urbano desde los siglos XII y XIII, y el creciente peso de la actividad mercantil y artesanal en unas sociedades todavía agrarias, irán definiendo los rasgos de la sociedad capitalista. Aquellas transformacio.es eco.ómicas transcurrirán paralelas al proceso de expansión de la actividad eco.ómica de los europeos en otros mercados mundiales, bien ejerciendo unas relacio.es de explotación sobre sus dependencias coloniales o bien en un plano más igualitario, en primera instancia, en otras áreas del globo, como expresión de la emergencia mundial de las potencias europeas. Asimismo, conviene observar la traslación del eje de la actividad económica, y también geopolítica, desde el Mediterráneo, que no obstante seguirá jugando un papel crucial en la historia de los europeos en su relación con ultramar, hacia el Atlántico.

Las transformacioes económicas transcurrieron parejas e indisociables a ciertos cambios en la estructura social del Antiguo Régimen estamental y monárquico absolutista. Entre éstos, el protago.ismo de nuevos grupos sociales muy dinámicos en su comportamiento, tradicionalmente asimilados al complejo concepto de burguesía, los cuales recurrirán a distintas estrategias tanto de corte reformista como revolucionario para su promoción social y política y la salvaguardia de sus intereses económicos. Movimientos que no convienen simplificar y superponer a otros fenómenos sociales que atañen a otros sectores de la población, tanto agraria como urbana, de carácter más revolucio.ario, como se pueden observar en el siglo XVII en el marco de la revolución inglesa; o las estrategias de los grupos tradicionales de poder para frenar o .eutralizar esos movimientos mediante la cooptación de esa burguesía emergente o mediante el recurso a prácticas represivas. De cualquier modo, estas pautas de transformación social conducirían con mayor o menor celeridad y con las peculiaridades propias de cada sociedad a la antesala del ciclo de revolucio.es burguesas que se iniciaría desde finales del siglo XVIII y que supondría, en términos generales, el desmantelamiento del Antiguo Régimen.

Desde la perspectiva política, el fenómeno más relevante es la configuración del Estado moderno, las primeras monarquías nacionales, las cuales se irán abriendo paso a medida que se diluya la idea medieval de imperio cristiano a lo largo de las luchas de religión del siglo XVI. El nacimiento del Estado moderno co.cretará la expresión de nuevas formas en la organización del poder, como la concentración del mismo en el monarca y la co.cepción patrimonialista del Estado, la generación de una burocracia y el crecimiento de los instrumentos de coacción, mediante el incremento del poder militar, o la aparición y consolidación de la diplomacia, conjuntamente al desarrollo de una teoría política ad hoc. Fórmulas que culminarían en el Estado absolutista del siglo XVII o en los despotismos ilustrados del siglo XVIII, pero que no pueden ocultar la complejidad de la realidad política europea y el desarrollo de modelos de gobierno alternativos, como las formas parlamentarias que se fueron implantado desde el siglo XVII en Inglaterra, y que vaticinan en la práctica y en sus teorizacio.es el posterior desarrollo del liberalismo.

En su dimensión internacional, la emergencia y la configuración de la Europa moderna perfilará una nueva visión y una inédita actitud hacia el mundo, y en esa perspectiva la modernidad implica el inicio de los encuentros, y también desencuentros, con otras civilizacio.es a lo largo del globo.

Los descubrimientos geográficos y las nuevas posibilidades habilitadas por las innovaciones técnicas transformarán radicalmente la visión que del mundo tendrían los europeos. Un cambio de actitud que conjuntamente con las transformacio.es socioeconómicas, culturales y políticas llevará a los europeos a expresar su extraversión hacia ultramar y concretar en el plano internacio.al la emergencia de Europa. En ese proceso, los europeos entrarán en contacto con otros mundos y con otras civilizacio.es, no siempre con un ánimo dialogante, sino con la pretensión de impo.er sus formas de civilización, o dicho de otro modo, con la intención de crear otras Europas, siempre que encontraran las circunstancias adecuadas para hacerlo. Es cierto que en el caso de América, el Nuevo Mundo se co.virtió en el punto de destino de las utopías del viejo continente, pero en el plano ge.eral de la política europea hacia estas áreas, como más adelante ocurriría con la expansión europea por otros continentes, se plantearía en términos de desigualdad en favor de las metrópolis europeas.

Por último, la emergencia y la progresiva hegemonía mundial europea acabaría influyendo en el desarrollo de las relacio.es internacio.ales, en la misma proporción que su expansión por el globo, aún lejos a finales del siglo XVIII de lo que sería la culminación de las prácticas imperialistas y de la hegemo.ía europea en vísperas de la I Guerra Mundial. La crisis del universalismo imperial y pontificio (la Christianitas medieval) entre los siglos XIV y XVI dejará paso a una nueva realidad internacio.al europea definida por el protago.ismo de los estados modernos, la pluralidad de los estados soberanos, y la configuración del ‘sistema de estados europeos, cuya acta de nacimiento bien puede datarse en la Paz de Westfalia de 1648. Los estados, y concretamente las grandes mo.arquías europeas de los siglos XVII y XVIII, serán el elemento predominante en las relacio.es internacio.ales de la edad moderna y al designio de éstos quedará relegadas la suerte de las posesiones europeas de ultramar y las posibilidades de pe.etración en otros mercados extraeuropeos.

  

Cambios y permanencias en el mundo moderno

 

Buena parte de la historiografía modernista sigue manteniendo una división trifásica de la evolución de dicho periodo histórico, aunque introduciendo matices y observacio.es que se han ido suscitando a medida que se ha ido revisando la historiografía tradicional occidental. En este sentido, se distingue un primer periodo, ajustado a un "largo siglo XVI", entre mediados del siglo XV y las últimas décadas del siglo XVI, de nacimiento de los tiempos modernos y en el que se comienzan a manifestar con notoria claridad los rasgos de la nueva época y la disolución del mundo medieval; un periodo de reajuste y crisis, entre las últimas décadas del siglo XVI y las décadas centrales de la segunda mitad del siglo XVII, marcado por tensiones sociales y económicas de desigual impacto en los diferentes estados, reajustes en la correlación de fuerzas entre las potencias europeas a lo largo de la guerra de los Treinta Años, y de cambios importantes en las fórmulas de organización del poder en los estados; y una tercera etapa, iniciada en las décadas finales del siglo XVII hasta las últimas décadas del siglo XVIII, con el inicio del ciclo revolucionario, caracterizado por la recuperación económica y demográfica, aunque en algunos casos perdurará el estancamiento, el desarrollo del espíritu de la Ilustración y la co.solidación de dos modelos políticos (el despotismo o el absolutismo ilustrado) y la monarquía parlamentaria inglesa, junto a otros factores indicativos de cambio en términos político-ideológicos, como la Independencia estadounidense y la Revolución Francesa, o en términos socioeconómicos a raíz de las primeras manifestacio.es de la industrialización en Inglaterra.

Pero en la consideración crítica de los cambios y los rasgos de la modernidad se ha de ser extremadamente cauteloso al estudiar las diferentes realidades históricas de los pueblos y los estados, considerando su propia idiosincrasia y su propio ritmo evolutivo, tanto dentro como fuera del ámbito europeo. Y asimismo, se ha de considerar el alcance social de los cambios y la inercia de las permanencias, puesto que a lo largo de la edad moderna es mucho más lo que permanece que lo que cambia respecto a la edad media, si apreciamos la estructura y los comportamientos demográficos, la naturaleza agraria de las sociedades europeas, o la naturaleza de las relacio.es sociales en el marco de la sociedad estamental. La misma apreciación se puede plantear para definir los límites de la edad moderna y el inicio de la contemporaneidad en virtud de la pervivencia del Antiguo Régimen, a raíz de las pautas de cambio y continuidad en las esferas económica, social, político-ideológica y cultural, en los diferentes pueblos y dentro de las mismas sociedades nacionales

 

4.4 Edad Contemporánea

 

Periodo histórico que sucede a la denominada edad moderna y cuya proximidad y prolongación hasta el presente le confieren unas connotaciones muy particulares por su cercanía en el tiempo. Benedetto Croce, filósofo italiano de la primera mitad del siglo XX, afirmaba que la "historia es siempre contemporánea" y si ciertamente la historia tiene como centro al hombre, no menos cierto es que ésta tiene como centro al hombre actual. En consecuencia, si la visión del pasado remoto está condicionada por las circunstancias y la mentalidad del hombre actual, también lo estará, y en mayor medida, el pasado reciente tan cercano a su experiencia vital. El término, acuñado desde la historiografía occidental y plenamente asumido como referencia cronológica, se aplica a un objeto histórico con entidad en sí mismo y, por tanto, no se le considera como un último tramo de la historia moderna. No obstante, la determinación de sus límites y su evolución siguen siendo objeto de controversia entre las distintas historiografías nacionales, en virtud de la diferente concepción en torno al significado de la contemporaneidad, o la posmodernidad, como la han denominado algunos especialistas. Desde la historiografía francesa, el concepto de contemporaneidad y de historia contemporánea se introdujo en la reforma de la enseñanza secundaria de Victor Duruy en 1867, estableciendo sus orígenes desde 1789. En la historiografía anglosajona, donde la concepción de la modernidad es más elástica, la contemporaneidad resulta más dinámica en la medida en que une al presente un pasado muy próximo. De cualquier modo, en toda la historiografía occidental persiste la controversia en torno a la naturaleza y el contenido semántico de lo contemporáneo. Un concepto que, asimismo, ha sido afrontado desde diferentes actitudes intelectuales a lo largo del tiempo, como puede apreciarse en el rechazo de la historia positivista de conferir la dignidad de la historia a la actualidad o el creciente interés desde la década de 1960 por abarcar el pasado más inmediato desde la historia, en diálogo permanente con las demás ciencias sociales. Desde esta perspectiva han ido aflorando, especialmente desde los años ochenta, los estudios sobre la historia del tiempo presente, u otras denominaciones como historia reciente o historia del mundo actual, para referirse a un periodo cronológico en que desarrollan su existencia los propios actores e historiadores.

 

La especificidad y los límites del mundo contemporáneo

 

En sus orígenes, la controversia sobre la especificidad y los límites del mundo contemporáneo se desarrolló dentro de un marco esencialmente occidental y eurocentrista, pero la compleja y heterogénea naturaleza de éste y los cambios sobrevenidos en Occidente han influido en la revisión de estos postulados hacia horizontes más amplios, acordes a la globalidad del mismo. La cercanía en la memoria histórica, sus difusos contenidos por tratarse de procesos inconclusos que percuten en el presente y mediatizan el porvenir, la asincronía y las peculiaridades con que las sociedades se insertan o no en los parámetros de la contemporaneidad, así como su proyección hasta el presente y, por tanto, su carácter esencialmente dinámico y abierto, ilustran la especificidad de ésta respecto a otras eras del pasado.

Tradicionalmente, la historiografía europea occidental, y en concreto la francesa, ha emplazado los orígenes de la contemporaneidad en el ciclo revolucionario iniciado en 1789 (Revolución Francesa), enmarcándola más adelante en los cambios estructurales asociados a la disolución del Antiguo Régimen. La asunción de estos criterios, de cualquier modo, son vinculados por las diferentes historiografías nacionales a su propia singularidad histórica: 1808, en el caso español a partir de la guerra de la Independencia; 1848, en los países de Europa central a raíz de la oleada revolucionaria que tuvo lugar en aquella coyuntura (revoluciones de 1848); o el agitado periodo revolucionario entre 1905 y 1917 en la Rusia imperial que desembocó en la Revolución Rusa. La transición de una era a otra se asocia a dos procesos fundamentales: la aparición de la sociedad capitalista, cuyos síntomas iniciales y primer modelo se forjaron en Gran Bretaña con la primera Revolución Industrial; y las revoluciones burguesas, que irán jalonando la transición hacia un modelo social y hacia fórmulas de organización del poder diferentes de las del Antiguo Régimen. En la historiografía anglosajona, los inicios de la contemporaneidad se sitúan en el siglo XX, no sin disparidad de criterios a tenor de cómo se interprete el término. El historiador inglés Geoffrey Barraclough escribía en 1964 que la historia contemporánea "empieza cuando los problemas reales del mundo de hoy se plantean por primera vez de una manera clara", y que "hasta 1945 el aspecto más destacado de la historia reciente era el fin del antiguo mundo".

La proyección de la contemporaneidad hasta el presente constituye uno de sus rasgos más peculiares, pero precisamente esa cercanía al presente dificulta su periodización interna. Las opciones planteadas por los historiadores son múltiples, proponiendo desde la división en una alta y una baja edad contemporánea, la distinción entre un siglo XIX largo y un siglo XX corto, o la diferenciación entre la contemporaneidad propiamente histórica y la historia actual o del tiempo presente, cuyos límites internos son objeto de continua discusión. De cualquier modo, lo evidente es que el cambio de las estructuras, siempre lento y por debajo de la aceleración del tiempo histórico en determinadas coyunturas, se sitúa en un proceso de transición desde la modernidad al mundo contemporáneo, en el caso de mantener esa proyección lineal del tiempo, cuyos rasgos aparecen mejor delineados a medida que avanza el siglo XX, y en la que cada sociedad habrá trazado un itinerario con su propio ritmo y peculiaridades. Del mismo modo, se podría afirmar que el carácter global e interdependiente del mundo contemporáneo ha facilitado un mejor conocimiento del mismo y la constatación de la concurrencia de sociedades cuyos ritmos históricos son diferentes y que reaccionan de forma plurivalente hacia lo que Occidente ha definido como constitutivo de lo contemporáneo.

 

Los fundamentos de la contemporaneidad

 

Partiendo de estas consideraciones previas y enfatizando el fenómeno de la transición en la configuración de la contemporaneidad, desde una concepción amplia y global, y en la que conviven elementos de permanencia de la modernidad con las fuerzas y tendencias de cambio, conviene tener en consideración dos planteamientos previos: en primer término, la tendencia hacia la universalización de la civilización occidental, en clave de imposición, por lo general, a partir de su supremacía tecnológica y material y de la proyección de su modelo de sociedad como paradigma de modernización, que le ha llevado a desarrollar una relaciones desiguales con otras civilizaciones; y en segundo lugar, la presencia de otras civilizaciones, cuyas actitudes varían según el caso y los diferentes momentos históricos frente a la tendencia uniformizadora de Occidente y reivindicadoras de su propia identidad, sin cuya consideración difícilmente podría comprenderse el mundo contemporáneo.

 

En el ámbito de lo político, uno de los rasgos más ilustrativos de la contemporaneidad es la creación y extensión del Estado-Nación y de los fenómenos intrínsecamente vinculados al mismo, como el nacionalismo, cuyo nacimiento tuvieron lugar en el continente europeo y cuya generalización a lo largo de todo el globo están fuera de toda discusión. La reivindicación y extensión del derecho a la autodeterminación —esgrimido tanto desde planteamientos democráticos como marxistas—, el rebrote de los nacionalismos en Europa central y oriental (tras las revoluciones de 1989 y el final de la Guerra fría), el protagonismo de los estados en las relaciones internacionales o la descolonización ponen de relieve la vitalidad del Estado-Nación. Una realidad que, en modo alguno, puede ocultar las dificultades para plasmar ese concepto no sólo en el mundo extraeuropeo sino en partes de la vieja Europa, y que han sido a menudo motivo de sangrientos conflictos. En un mismo plano, habría que incluir los modelos político-ideológicos que generados y suscitados desde Europa habrían de tener una amplio eco en el mundo, como las formas liberales y democráticas, los fascismos o el socialismo, que según diferentes épocas y las distintas realidades sociales se intentaron plasmar con mayor o menor fidelidad o con un consciente afán de búsqueda de una adaptación original. En ciertos casos, el fracaso de estas fórmulas ha impulsado la búsqueda de soluciones originales inspiradas en la propia tradición, como puede observarse en algunos ejemplos del mundo islámico.

 

En el ámbito económico, el capitalismo se ha convertido en el marco conceptual y estructural sobre el que se configura la actual economía mundial. El proceso iniciado en Europa, concretamente en Gran Bretaña, y su progresiva expansión, no sin fuertes convulsiones y desequilibrios desde sus primeros momentos, ha alcanzado una dimensión planetaria. Tras los reajustes industriales, mercantiles y financieros posteriores a la II Guerra Mundial, el capitalismo ha generado unas posibilidades de consumo insospechadas. Un proceso posibilitado por los avances de la ciencia y de la tecnología y la creciente interdependencia económica, favorecido, entre otros factores, por la progresiva concentración de la riqueza, en manos de un pequeño grupo de estados, en entidades económicas como las multinacionales y en organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial que dictan las pautas de comportamiento económico de los estados. Un sistema que de forma permanente se ha basado en una relación desigual en favor de los actores que han mantenido una posición hegemónica en el sistema económico y fomentado unas relaciones de dependencia, antes bajo formas de colonización en la era del imperialismo o en la actualidad mediante la perpetuación de los desequilibrios Norte-Sur. Una influencia que también se ha manifestado en la propia concepción de las teorías y modelos económicos, y que se ha agudizado tras el fracaso del socialismo real y el escaso efecto de las propuestas realizadas en pro de un nuevo orden económico internacional más justo.

 

Uno de los cambios aparejados al desarrollo de las sociedades industriales en Europa desde el siglo XIX fue el cambio en el comportamiento demográfico y el crecimiento de la población. A lo largo del siglo XX, la explosión demográfica ha sido uno de los fenómenos de mayor relevancia y, de hecho, se ha convertido en uno de los grandes problemas globales que se le plantean a la humanidad de cara al próximo milenio. Asimismo, a lo largo del siglo XX se ha configurado y generalizado la sociedad de masas tendente a disfrutar de altos e igualitarios niveles de vida, consumo y bienestar, pero cuya materialización presenta grandes disfuncionalidades ya se trate de poblaciones que tienen acceso al desarrollo o viven sumidas en el subdesarrollo. Indudablemente, los problemas sociales que aparecen en cada universo social son radicalmente diferentes, pero en el caso de estas últimas se plantea la frustración ante el hito de la modernización y la experiencia vivida respecto a la misma. Estas condiciones plantean un desequilibrio constante para aquellas sociedades, provocando fenómenos complejos de alcance mundial como las migraciones desde el Sur hacia el Norte o la búsqueda de soluciones revolucionarias, que en ocasiones ponen de relieve las reticencias hacia Occidente o la debilidad de las estructuras incorporadas desde Occidente, por ejemplo el Estado-Nación, como se ha puesto de manifiesto en los estados centroafricanos a finales del siglo XX.

 

La fisonomía del mundo contemporáneo sería difícilmente comprensible sin apreciar la transcendental importancia del desarrollo de la ciencia y la tecnología, en especial en lo concerniente a la información y a las comunicaciones. La interdependencia y la globalidad del mundo, sintetizadas en la expresión de la "aldea global" de Marshall McLuhan, han sido posibles gracias a dichos avances. Asimismo, los avances en la ciencia han sobrepasado los límites del mundo occidental para mostrar un claro policentrismo en los focos de desarrollo de la ciencia, como bien refleja el papel que ha jugado Japón tras la II Guerra Mundial. Un desarrollo científico cuyas aplicaciones han alcanzado un altísimo grado de difusión a lo largo del globo, aunque los beneficios del mismo todavía sean objeto de una asimétrica distribución. La cultura y su amplio elenco de manifestaciones ha sido uno de los ámbitos que mejor ha reflejado y ha dotado de un nuevo lenguaje y una nueva imaginería a la contemporaneidad. La crisis de la posmodernidad manifiesta en el pensamiento filosófico, en las ciencias y en las expresiones artísticas han puesto de relieve las limitaciones sobre las que se habían basado los preceptos de la modernidad euro-occidental, y la necesidad de replantear sobre nuevas bases el conocimiento del cosmos y la naturaleza humana. En este proceso ha influido no sólo el propio devenir de la sociedad occidental y la crisis de civilización experimentada a lo largo del siglo XX, sino también el encuentro con otras formas de cultura y con otras civilizaciones.

 

Por último, el ámbito que mejor ilustra los nuevos signos del mundo contemporáneo son los cambios que han sobrevenido en la configuración de la sociedad internacional actual. Los dos últimos siglos han mostrado la transición desde una sociedad internacional forjada desde la hegemonía eurocéntrica, a partir de un modelo de equilibrio de poder entre las grandes potencias europeas y que culminó en los imperialismos de principios del siglo XX, hacia una sociedad internacional plenamente universalizada, cuyo alumbramiento corrió parejo a la crisis del poder de Europa a través de dos sangrientas guerras mundiales. La nueva sociedad internacional establecida sobre unos pilares decididamente universales, se fraguó tras 1945 sobre la lógica de la bipolaridad de dos superpotencias no europeas, los Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y más adelante, al finalizar la Guerra fría, sobre una realidad policéntrica, cuyos contornos y definición son todavía objeto del debate sobre el denominado ‘nuevo orden mundial’. La sociedad internacional tras 1945 ha sido el resultado de dos juegos de fuerzas: la dialéctica Este-Oeste, sobre la que se manifestó la Guerra fría, y la dialéctica Norte-Sur, cuya notoriedad fue mayor a medida que fue emergiendo una nueva realidad, el Tercer Mundo, cuya irrupción tuvo lugar con los procesos de descolonización. Una tensión que aflora en toda su complejidad en el final del siglo XX, mostrando no sólo las fisuras existentes entre el Norte y el Sur en términos socioeconómicos, sino en un plano más amplio, al evidenciar las tensiones entre civilizaciones. Una nueva sociedad internacional más vertebrada, en la medida en que se ha ido institucionalizando la multilateralización de las relaciones internacionales, y más compleja a tenor de la incorporación de nuevos actores, como los organismos internacionales, las organizaciones no gubernamentales, las multinacionales o las internacionales de los partidos, que sustraen protagonismo a la tradicional primacía de los estados. Y en última instancia, una sociedad internacional que expresa en su totalidad la interdependencia y la globalidad de los fenómenos y los acontecimientos del mundo contemporáneo.

 

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En este trabajo se ha analizado el surgimiento de las diferentes civilizaciones y culturas del mundo que fueron evolucionando a través del tiempo. Durante la prehistoria los hombres eran nómadas, pero a medida que pasaba el tiempo se agruparon en tribus transformándose en sedentarios. Con el surgimiento del trueque ( neolítico) comienza la escritura, que se utilizaba para la contabilidad de sus productos. En el momento que surge la escritura comienza la historia, la cual se divide en varias edades caracterizada por diferentes acontecimientos. Como conclusión se puede decir que varias culturas y civilizaciones que han tenido lugar en la historia del hombre, (como la egipcia, maya, azteca, etc.) han dejado sus legados que hemos utilizado como base de culturas y civilizaciones que se verifican en la actualidad

 

Bibliografía

 

"Historia de la educación" Isabel Abal de Hevia

"Historia de la educación y la pedagogía" Lorenzo Luzuriaga, Editorial Losada

"Enciclopedia temática Premier" ediciones educativas Bahía Blanca.

"Historia 1 La edad Antigua y la Edad Media" Juan Antonio Bustiza, Gabriel Antonio Ribas. AZ editora.

"Historia general de la pedagogía" Larroyo. Editorial Porrúa S.A.